Durante el tiempo que duró la plaga de langosta , en Elda, Requena y Utiel fueron plantadas cruces de madera a la entrada de los núcleos urbanos y no es raro encontrar en muchos pueblos el topónimo de «Cruz de la langosta». En Hellín, cuando la plaga de langosta arrasaba las cosechas, los vecinos acudieron a Sor María de la Cruz Baeza, quien les dio una cruz de madera que tenía en su celda para que la llevasen por los campos infectados por dicha plaga mientras ella estaba en oración. La plaga desapareció. Los hellineros levantaron una ermita en el lugar y el paraje pasó a conocerse con el nombre del Cerro de la Cruz de la Langosta, en memoria de aquel milagro. Y así, alternando con la ayuda celestial y la propia, los agricultores de los siglos XV-XVI, algunas veces en situaciones insalvables, lograban sacar adelante la producción agrícola necesaria para la supervivencia de pobres y ricos,base en todo momento, de la riqueza nacional.
Manuel Fernández Grueso
Manuel Fernández Grueso
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